El Décimo Cuarto
Período Ordinario de Sesiones del Comité Interamericano contra el Terrorismo
(CICTE), realizado en la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA),
en Washington DC, el 20 y 21 de febrero de 2014, concluye con dos preguntas no
formuladas en el ambiente: ¿sigue siendo el terrorismo un tema vigente en las
Américas? Y si es así, ¿amerita seguir existiendo el CICTE, per se, o será
mejor iniciar un proceso de reingeniería para adecuarlo a las necesidades
hemisféricas?
El CICTE fue creado
en 1999, con el propósito de desarrollar la cooperación a fin de prevenir,
combatir y eliminar los actos y actividades terroristas. Su creación no
responde a una respuesta coyuntural, como pudiera pensarse, a consecuencia de
los atentados del 11 de septiembre de 2001, sino a un proceso de análisis y
reflexión iniciado mucho antes, en 1994 en la Primera Cumbre de las Américas.
A esta primera
reunión le siguió la Primera Conferencia Especializada en Terrorismo, celebrada
en Lima en 1996 y una Segunda Conferencia Especializada en Terrorismo,
celebrada en Mar del Plata en 1998.
La creación de
dicho Comité se hizo “teniendo en cuenta el respeto a la soberanía de los
Estados y el principio de no intervención”, y estaría integrado por las
autoridades nacionales competentes de los Estados Miembros de la Organización.
Una década y media
después mucha agua ha corrido bajo nuestros puentes. En la actualidad, el CICTE
se ocupa de una gama de temas que va desde los controles fronterizos, la
protección de la infraestructura crítica, la cooperación internacional, la
asistencia legislativa y la lucha contra el financiamiento al terrorismo y las
respuestas a las amenazas emergentes.
Sin embargo,
persiste en algunos sectores de la sociedad interamericana la percepción de que
al vincular temas de seguridad pública y seguridad ciudadana con terrorismo se
cae en la visión simplista de ver en cada ciudadano a un potencial terrorista,
pero se descuida el otro lado de la moneda: también a una potencial víctima de
actos de terrorismo.
Pero también
existe, por otro lado, una visión “precaucionista” que invita a no vincular
directa y automáticamente la Delincuencia Organizada Transnacional (DOT) y
terrorismo y por lo tanto, aquellas áreas en las cuales las dos esferas
convergen se quedan como realidades grises que nadie se atreve a enfrentar con
visión novedosa por temor a estremecer el doctrinario interamericano.
Y precisamente, son
esas visiones las que van minando la vigencia del combate al terrorismo en el
ámbito interamericano y no acciones de hecho que afortunadamente no hemos
tenido en el pasado reciente.
Convengamos
entonces lo siguiente: los propósitos que motivaron la creación del CICTE
siguen en plena vigencia y la labor que ha realizado hasta la fecha ha cumplido
a cabalidad con tales propósitos.
Sin embargo, como
todo está siempre sujeto a mejoras, convendría repensar el CICTE y enmarcar su
relanzamiento en los dos grandes temas por los cuales fue creado originalmente
(el combate y la prevención del terrorismo) y aquellas áreas grises o aquellas
áreas que se le han ido asignando con el paso de los años invocando un
“criterio más amplio de lo que debe entenderse como terrorismo” deberían de
trasladarse a otra área de la OEA (quizá el Departamento de Seguridad Pública)
o encargársele a otro organismo internacional con mayor experiencia para evitar
una duplicidad de funciones.
Si convenimos lo
anterior, el CICTE debería concentrar su atención en las siguientes áreas:
i.
Seguimiento al instrumento
convencional (Convención Interamericana contra el Terrorismo) y velar por su
efectiva aplicación, con base en el artículo 18, numeral 3 del referido
instrumento.
ii.
Alertas tempranas de control de
actividades sospechosas vinculadas al terrorismo. Vale la pena pensar en
compartir información tales como listado de sospechosos de actividades
terroristas, tráfico de materiales que pudieran ser empleados para actividades
terroristas, control de documentos de viaje, uso fraudulento, falsificación, etc.
Mención especial merece la consideración del establecimiento de una Red de
Intercambio de Información de los Puntos de Contacto Nacional que es el enlace
principal en el ámbito profesional entre el CICTE y sus respectivos gobiernos.
iii.
Seguimiento regional a
resoluciones del Consejo de Seguridad en materia de terrorismo, particularmente
la SC/Res.1540 y la SC/Res. 1373. Y asistencia a aquellos Estados miembros que
así lo soliciten para presentar sus respectivos informes.
iv.
Coordinación interinstitucional
con otros actores multilaterales, regionales y subregionales públicos y
privados, tales como ONG’s, tanques de pensamiento (think tanks),
Universidades, por mencionar algunos.
v.
Asistencia legislativa
especializada (y subrayo “especializada”) en:
a.
Financiación del terrorismo y
lavado de activos; y
b.
Derechos humanos y terrorismo.
vi.
Seguridad cibernética,
particularmente la prevención en el uso de la Internet por organizaciones
terroristas y las respuestas de emergencia ante incidentes cibernéticos
(ataques, hackers, robos, etc).
Esto dejaría, por
tanto, el espacio para que aquellos temas que tienen una mayor vinculación con
la visión tradicional de seguridad pública o de seguridad ciudadana sean
atendidos por el Departamento de Seguridad Pública de la OEA.
Me refiero,
específicamente y no exclusivamente, a la seguridad de las instalaciones
turísticas y recreativas; los controles fronterizos y la seguridad de la
infraestructura crítica (puestos, aeropuertos, aduanas, etc.), teniendo en
tiempo en consideración la cooperación interagencial intra y extra OEA.
Por todo lo
anterior, me parece que el CICTE debe superar el formato de discursos tipo
“rendición de cuentas” o “promoción de logros” por un formato de un auténtico
“intercambio de buenas prácticas”, que responda, a manera metodológica, a
preguntas sugeridas por la presidencia en turno del CICTE, previamente
consensuadas en la instancia política, y que fomente el alcance de conclusiones
que puedan concretarse año con año en el Plan de Trabajo de la Secretaría
Ejecutiva del CICTE.
El nivel de diálogo
debe trascender el ámbito gubernamental y permear hacia ONG’s, think-tanks y la
academia, bajo la premisa que el terrorismo nos afecta a todos y no es un tema
de exclusividad de un sector, pero también, bajo la premisa de un diálogo bien
ordenado y dirigido.
Debe concientizarse
a la ciudadanía de los riesgos latentes del terrorismo e involucrarla en
aquellas áreas en las cuales tanto el Reglamento como el Estatuto del CICTE no
les prohíben participar.
Esto podría
implicar en el futuro próximo el uso eficiente de las tecnologías de la
comunicación para abarcar un mayor público interesado, claro está con diversos
niveles de seguridad, dependiendo de los actores que han de interactuar.
Reprensar el CICTE,
además de su reflexión de fondo sobre su deber ser, involucra también una
reflexión objetiva sobre su financiamiento; vale por tanto hacer un análisis de
la proveniencia de los fondos para su financiamiento y su uso en los últimos
cinco años.
A más de una década
de la adopción de la Convención Interamericana contra el Terrorismo, sus
considerandos siguen vigente, en particular el reconocimiento de la amenaza que
el terrorismo representa para los valores democráticos y para la paz y la
seguridad internacionales y que es causa de profunda preocupación para todos
los Estados miembros.
El CICTE seguirá respondiendo a las
necesidades de los Estados miembros en la medida que los Estados miembros
sigamos empoderándonos de él y promoviendo su fortalecimiento mediante la
crítica oportuna y constructiva.